El pensamiento mágico tiene que ver con el poco aprendizaje que las personas tuvimos para lograr razonar correctamente. Básicamente, las falacias son razonamientos incorrectos, muchos de los cuales pueden llevarnos a tomar decisiones no convenientes o a sacar conclusiones que no están basadas en la evidencia. Veamos algunos ejemplos.
Falacia del jugador
El que juega por necesidad, pierde por obligación
Refrán popular
Supongamos que llegamos a una reunión en que nuestros amigos y amigas están apostando a cara o cruz lanzando una moneda. En ese momento nos enteramos que ha habido una serie de diez caras seguidas y nos sugieren apostar para el próximo lanzamiento. ¿Cuál será nuestra elección más probable? Seguramente cruz, porque ya han salido diez caras consecutivas. Así, nos vemos tentados a apostar a cruz. ¡Error! La moneda no “sabe” lo que ha salido en las tiradas anteriores, de manera que la probabilidad sigue siendo la misma para las dos chances. Cada tirada es independiente de las otras, por lo cual hay un 50% de probabilidades de que salga cara o cruz en la próxima tirada. Y en esta próxima tirada, puede salir cualquiera de las dos.
Pero nuestro intuitivo sentido común nos dice que no. Podemos sorprendernos aún más si echamos un vistazo a una serie de 1.000 millones de tiradas: en semejante cantidad, no es raro encontrar series de 20, 30 o quién sabe 100 caras o cruces seguidas. Pero el balance general, teniendo en cuenta la cantidad total de tiradas, nos dará aproximadamente un 50 por ciento para cada lado de la moneda. Depende de dónde nos fijemos, podremos encontrar ciertas “anomalías” que –aunque suene paradójico– ¡son perfectamente normales!
Decíamos antes que el sentido común es una herramienta valiosa pero limitada ya que algunos fenómenos suelen ser contraintuitivos. Ejemplos: el comportamiento de las partículas subatómicas, la relatividad y los teleteatros de la tarde.
Falacia de la composición y falacia de la división
Consiste en afirmar que si los elementos que integran un conjunto poseen la propiedad X, entonces todo el conjunto la poseerá. Por ejemplo, vamos a hacer una deliciosa torta, entonces basta mezclar ingredientes deliciosos y ya. O podríamos considerar la constitución de una orquesta sinfónica. Los músicos que integran la orquesta pueden ser los mejores profesionales, pero ello no garantiza que la orquesta sea de las mejores. Esto es, la calidad y eficiencia de los ejecutantes pueden ser excelentes, pero ello no garantiza que la orquesta “suene” bien. Puede estar mal dirigida, los arreglos musicales pueden ser deficientes y el sonido de la orquesta puede verse afectado por otras circunstancias.
Lo mismo ocurre con los grandes seleccionados de fútbol, integrados por celebridades que en sus respectivos equipos tienen un rendimiento de excelencia. Un seleccionado formado por individualidades de gran habilidad no necesariamente será un buen equipo ni saldrá primero en el campeonato de turno. Ni siquiera puede esperarse que el seleccionado juegue bien. La solidez y eficiencia de un equipo de fútbol no están garantizadas por la mera presencia de “estrellas”. Asimismo, una comisión de expertos puede llegar a conclusiones equivocadas, por cuestiones ajenas a la profesionalidad de sus miembros.
Algo similar, pero al revés, ocurre con la denominada falacia de la división. El hecho que de una orquesta tenga un desempeño y un sonido sublimes, no nos dice que necesariamente todos sus integrantes sean músicos excelentes. El mismo ejemplo puede aplicarse a los equipos de fútbol o a cualquier organización, empresa o institución. Y por qué no, a nuestra deliciosa torta. Aunque sea riquísima, puede contener ingredientes (levadura, etc) que sean intragables, o que no nos gusten si los comemos por separado.
“¡Mira quién habla!”
Es conocida por el nombre tu quoque, que quiere decir “tú también”. Consiste en descalificar a una persona que argumenta contra algo que hacemos por el hecho de que dicha persona practica lo que está criticando en nosotros. En una palabra, es como decirle a alguien que el tabaco es dañino a la par que fumamos mientras se lo decimos. De ahí el “mira quién habla”.
- Eh... veo que estás fumando demasiado. Te convendría fumar menos porque estás cerca del enfisema pulmonar.
- ¡Ja! ¡Mira quién habla! El que fuma un atado por día...
En realidad, el hecho de que fumemos uno o cuatro atados por día no tiene nada que ver con el argumento que utilizamos, esto es, que el tabaco es dañino para la salud. Y va a serlo fumemos o no. Por lo tanto no deberíamos fijarnos en quién lo dijo sino en qué dijo. Hemos visto a personajes famosos, como el actor Yul Brynner o Diego Maradona, hacer campañas contra el tabaco y las drogas, siendo el primero un fumador empedernido y el segundo un confeso adicto a la cocaína.
De manera que debemos ser cuidadosos cuando aplicamos el “mira quién habla”, porque podemos estar errando el objetivo y desviando la discusión por cuestiones morales o juicios de valor que no tienen que ver con el tema en cuestión.
Algo importante es no caer en el extremo del abuso haciéndose el salvador de almas cuando en realidad nuestro propósito es otro. Por ejemplo: “Deja de fumar que te hace mal. Dame los cigarrillos que te los fumo yo y así te ahorro un problema”. El mundo está lleno de cínicos y aprovechadores...
¿Podemos probar que algo no existe? La carga de la prueba. ¿Por qué ponemos el carro delante del caballo?
Frente a cualquier alegato, afirmación o asentimiento a una afirmación, quien debe aportar pruebas para sostenerlo y fundamentarlo es aquella persona que efectúa el alegato, la afirmación o le presta apoyo. En esto consiste lo que llamamos carga de la prueba. El procedimiento contrario, esto es, pretender que la carga de la prueba recaiga sobre quien pide pruebas o sobre quien cuestiona una afirmación determinada es uno de los razonamientos incorrectos o falacias más extendidas, en variados ámbitos y sobre temas muy diferentes. Veamos un ejemplo:
- Mi marido me engaña.
- ¿Cómo lo sabés?
- Dime una cosa… ¿dónde vives? ¿No te das cuenta de que los hombres son todos iguales? Mientras yo no tenga pruebas de que no me engaña, me engaña.
Esta es la modalidad esencial de la falacia que dice que mientras no existan pruebas de lo contrario, lo que creemos es verdadero. La última afirmación, además, contiene otra de las distorsiones que hemos visto: el término “todos” indica una generalización excesiva.
Clave: afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias.
- Hay vida en Júpiter.
- Perdón, pero nadie ha probado que exista vida en ese planeta…
- Lo lamento, pero mientras no haya pruebas en contra, mi afirmación es verdadera.
No sabemos, es cierto, si existe vida en Júpiter o no, pero quien tiene que probarlo –y por la afirmativa– es quien lo sostiene. La afirmación es tan extraordinaria que podría revolucionar la biología y la astronomía, por lo tanto se requiere una prueba igualmente extraordinaria.
Por otra parte, resulta harto dificultoso probar que algo no existe. En el ejemplo de la mujer que cree que el marido la engaña, no se puede probar que no lo hace. Igualmente, no se puede probar que no hay vida en Júpiter o en cualquier otro planeta. Por eso, es conveniente que quien afirme algo, lo haga de manera que ello se pueda probar.
Estas son apenas algunas muestras del auto-engaño y cómo podemos caer en manos de gente inescrupulosa que nos haga creer, mediante argucias, cosas de las cuales no existe la menor evidencia. Por eso, las falacias abundan en la pseudociencia, en la economía, en la política, en el periodismo y en muchas áreas que influyen sobre nuestra manera de pensar, razonar y actuar.
Alejandro Borgo es periodista, escritor e investigador de la pseudociencia y el pensamiento crítico. Actualmente es Director del Center for Inquiry/Argentina. Dirigió Pensar, revista iberoamericana para la ciencia y la razón, publicada por el Committee for Skeptical Inquiry (CSI), y de El Ojo Escéptico, publicada por el Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia (CAIRP). Escribió 3 libros relacionados con la pseudociencia y el pensamiento crítico publicados por editorial Planeta. Participó como columnista en varios programas de televisión y radio y en Congresos Nacionales e Internacionales sobre escepticismo y librepensamiento
Notas
Para mayor información sobre las falacias, véase:
Diccionario de Falacias. Por Ricardo García Damborenea. Ésta está actualmente online: www.usoderazon.com
Diccionario de Falacias. Instituto Transdisciplinario – Intercultural de Pensamiento Científico: http://www.scenia.org/paginas/TopFrame.htm