“Natural” se ha convertido en la palabra más peligrosa del mundo

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25 jul 2019
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En el skyline de San Francisco (EE.UU.): marihuana sí, ¡pero solo si está libre de “químicos”!
En el skyline de San Francisco (EE.UU.): marihuana sí, ¡pero solo si está libre de “químicos”!

A principios de junio, los medios de habla inglesa informaron sobre la muerte de la británica Katie Britton-Jordan, de 40 años, víctima de cáncer de mama. Diagnosticada en 2016, Katie optó por no seguir el tratamiento recomendado por la medicina y decidió confiar su vida a una dieta vegana y a un combo de terapias “naturales”. De acuerdo con el relato del diario australiano The Sun:

A ella se le aconsejó que lo mejor sería una mastectomía, seguida de quimioterapia y radioterapia. Los médicos dijeron que la enfermedad era tratable, pero que sin intervención médica, Katie moriría. Pero después de investigar por su cuenta, ella decidió rechazar lo aconsejado y adoptar un abordaje alternativo, añadiendo que eso sería “la mejor opción para mí”.

Este “abordaje alternativo” incluía, aparte de la dieta vegana, productos caros y de frágil o inexistente base científica, como inyecciones de extracto de muérdago, cúrcuma y el uso de cámaras hiperbáricas. Los costos estimados llegaban a decenas de miles de libras, y se montó un sistema de crowdfunding(financiamiento colectivo)para sustentar el “tratamiento” (la terapia convencional habría sido cubierta por el sistema público inglés de salud).

Los posteos en las redes sociales dejan claro que Katie quería curarse de la enfermedad y vivir. Madre de una niña de dos años, cuando fue diagnosticada, dijo que deseaba ver crecer a su hija. La pequeña, que hoy tiene cinco años, es huérfana de madre.

La decisión original de rechazar terapias de base científica y buscar una cura “natural y holística”, hizo que Katie se transformara en una celebridad en los tabloides británicos en 2017. Periódicos como el Daily Maily el Mirror publicaran perfiles elogiosos, que ponían en evidencia el supuesto carácter "heroico" de la decisión.

Más ejemplos

El caso de Katie está lejos de ser único. En 2015, la australiana Jess Ainscough, de 29 años, que había logrado cierta celebridad como bloguera, usando el apodo de “Wellness Warrior” (“Guerrera del Bienestar”), murió de un cáncer que había decidido tratar por medios “naturales” tres años antes.

Jess llegó a escribir un artículosu decisión de “rechazar educadamente las ofertas de cirugía, quimioterapia y radiación e iniciar la búsqueda de tratamientos naturales del cáncer”, arguyendo que “el abordaje natural busca tratar el cuerpo como un todo. Nutrición, meditación y ejercicios trabajan juntos para fortalecer el sistema inmune y entonces nos volvemos más capaces de combatir la enfermedad, sin ningún efecto colateral dañino”.

Además de las vidas perdidas, Katie Britton-Jordan y Jess Ainscough son víctimas de una ideología cruel, que causa dolor y muertes innecesarias. Números publicados ahora en 2019, por la Sociedad del Cáncer de los Estados Unidos, muestran que, de 1991 a 2016, la mortalidad debida al cáncer cayó un 27% en el país, tasa que se traduce en un número de vidas salvadas estimado en más de 2,5 millones.

A contramano de esos avances, un estudio publicado en el Journal of the National Cancer Institute señalaba que las personas que desisten del tratamiento convencional contra el cáncer y optan por terapias “naturales”, “holísticas” o “alternativas” corren un riesgo hasta seis veces mayor de perder la vida debido a esa enfermedad, que aquellos que siguen el curso recomendado por la Medicina. Otro estudio, del mismo año, mostraba que el mero uso de terapias alternativas como estrategia “complementaria” al tratamiento médico correcto aumentaba el riesgo de abandono de ese tratamiento -y, en consecuencia, el riesgo de vida.

Puro y natural

¿Y qué ideología es esa? Es algo que une a los más cínicos capitalistas -que esperan convencer a la clase media bien-pensante de que la huella de carbono del viaje de los niños a Disney puede ser expiada, como antiguamente se expiaba un pecado con ayuno y oraciones, pagando el triple del precio por alguna bobada con el rótulo “orgánico”- a los más sinceros promotores de un estilo de vida genuinamente alternativo.

Se trata de un complejo de ideas que incluye la falacia naturalista (la noción de que las decisiones éticas deben estar guiadas por el modo como las cosas ocurren en la naturaleza); la falacia de apelar a lo natural (la idea de que las cosas “naturales” son siempre mejores, más saludables, más seguras); y la buena y vieja desconfianza posmoderna en relación a las “grandes narrativas”, que aquí aparece con la forma de una mirada levemente paranoica sobre lo que dicen la ciencia y los especialistas ligados al mainstream (universidades, gobierno, grandes empresas).

A ello se suma un fuerte énfasis en la llamada “fundación moral de pureza”, como está definida en la hipótesis de las fundaciones de la moral de Jonathan Haidt, que da una dimensión ética, instintiva, a los conceptos de “limpio” y “sucio”, “puro” e “impuro”, no solo en sentido literal sino también en diversos desdoblamientos metafóricos.

Aquí también entra la observación hecha por Sir James George Frazer en el tránsito del siglo 19 al 20, de que una de las reglas intuitivas de la superstición es la “Ley del Contagio” o “Ley de la Homeopatía”: la impresión emocional de que todo lo que tiene contacto con una sustancia “se contamina” con las propiedades (físicas o morales) de aquel material.

Este es un efecto psicológico potente, incluso actualmente: la mayoría de las personas, por ejemplo, tiende a negarse a vestir una camisa antes usada por un asesino y muchos temen consumir productos de plantaciones tratadas con insecticidas o herbicidas aun después de que el alimento ha sido lavado, hervido, cocido, etc.

Dinero sin partido

No es difícil encontrar el nexo ideológico que une las declaraciones de Katie Britton-Jordan, de que la quimioterapia “envenena el cuerpo”, con las  propagandas engañosas que señalan supuestos beneficios de productos “libres de transgénicos” o “dietas detox”Políticamente, ese “Complejo Naturalista” tiene una enorme versatilidad, encontrando acérrimos defensores tanto a la derecha como a la izquierda.

Eso ocurre porque la naturaleza es lo suficientemente amplia para que se encuentre en ella ejemplos capaces de justificar, en el caso de que se desee abrazar la falacia naturalista, cualquier cosa, desde las formas más inhumanas de “meritocracia” (a fin de cuentas, no es “del orden natural” que los fuertes devorea los ¿débiles?) a la más desvergonzada libertad sexual.

A su vez, la preocupación exacerbada con pureza y la superstición del contagio sirven tanto a los tabúes dietéticos de grupos religiosos ultraconservadores como a los nuevos tabúes dietéticos pseudocientíficos de la New Age y del soi-disant “consumo consciente”.

En un mundo donde la extrema derecha se alimenta fundamentalmente de miedo, paranoia y resentimiento, el terror a lo “artificial” es solo un arma más. Y desde el punto de vista del marketing, las personas que tienen esos temores representan solo un nicho más del mercado.

Health Ranger

Desde que comencé a investigar este artículo, por ejemplo, pasé a recibir diversos anuncios del Health Ranger (“Patrullero de la Salud”), incluyendo “algas orgánicas libres de glifosato”, “ricas en clorofila” y “muy usadas en la medicina tradicional china y ayurveda”.

El tal Health Ranger también me quiere vender polvo para lavar ropa y detergente lavavajillas libres de los “más de 60 productos químicos tóxicos” que, según él, se encuentran en los líquidos y polvos de limpieza comunes. El material de su negocio usa “cero abrasivos, blanqueadores, fosfatos, perfumes o productos químicos sintéticos. Probados en laboratorio respecto de su pureza y limpieza”.

“Health Ranger” es el título que Mike Adams, creador del sitio Natural News, se dio a sí mismo. La página de Natural News en Facebook fue suspendida hace algunos días, y según Gizmodo, el sitio ya había sido eliminado en Twitter y metido en la lista negra de Google.

Allí es posible encontrar desde tonterías más o menos cómicas, como la  afirmación de que “las papas genéticamente modificadas amenazan la pureza de las papas del mundo” hasta tonterías peligrosas como la afirmación de que las vacunas causan demencia, propaganda racista (inmigrantes del Congo traerían consigo el riesgo de una epidemia de ébola para los EE.UU.) y pura paranoia fascista como se ejemplifica en el título “SI NO PROTEGEMOS A LOS NIÑOS INOCENTES CONTRA EL ABORTO Y LAS MUTILACIONES LGBT, DIOS LIBERARÁ FUEGO Y FURIA SOBRE LOS ESTADOS UNIDOS”.

Natural, después de todo

El problema de fondo de ese Complejo Naturalista, que costó las vidas de  Katie Britton-Jordan y Jess Ainscough (entre tantas otras), es que hace de Mike Adams dueño de un negocio muy exitoso y le otorga una influencia pública desmedida (tres millones de seguidores en Facebook en el momento en que la página fue suspendida), también que lleva a mucha gente a gastos innecesarios para escapar de tecnologías perfectamente seguras, y la ilusión de que existiría algún tipo de diferencia esencial, notable e inefable entre los productos de la naturaleza y los creados por seres humanos.

Tontería: los seres humanos son animales que evolucionaron en la Tierra, como las plantas y bacterias. Los productos de la humanidad -pizzas, cañas de pescar, ciudades- no son menos naturales que la miel de las abejas, las telas de araña o el nido de los pájaros.

Natural y artificial son categorías descriptivas que, en sí, no distinguen características esenciales, valores éticos, compromisos políticos o propiedades terapéuticas. Si el consumo de ciertos alimentos ultra-procesados puede llevar a un aumento en el riesgo de contraer câncer, el consumo de ciertos alimentos, como la mandioca-brava, en estado natural -nada procesado- puede causar la muerte casi instantánea.

 

Aureola

Esa confusión entre lo meramente descriptivo y lo esencial aparece, por ejemplo, en el artículo en que Jess Ainscough define lo que veía como sus opciones de tratamiento: "yo podría confiar en el método de cortar, quemar y envenenar que me ofrecía la profesión médica (...) o podría asumir la responsabilidad por mi dolencia y llevar mi cuerpo a un estado óptimo de salud, para que pudiera curarse a sí mismo".

"Nuestros cuerpos están proyectados para curarse a sí mismos", escribió ella. "El ambiente a que los sometemos y las comidas con que los alimentamos determinan si van a florecer o hundirse".

La distinción que ella veía (de alimentos, ambientes, tratamientos) era entre "natural" y "tóxico". Pero éstos no son antónimos: no faltan venenos, carcinógenos, patógenos y alergénicos en una selva virgen. "Natural" no es sinónimo de bueno y seguro, así como no significa necesariamente, malo y peligroso. Los productos, alimentos y propuestas terapéuticas deben ser evaluados por sus propios méritos y no ser aceptados o rechazados por causa de un sello de origen.

Sería interesante investigar las raíces de esa red semántica que reviste a la palabra "natural" con una aureola de santidad, aunque es urgente reconocer que está siendo objeto de abuso por la publicidad, promovida por la ignorancia, explotada por charlatanes y poniendo vidas en peligro.

 

Carlos Orsi es periodista y editor jefe de la Revista Questão de Ciência.

 

Traducido por Alejandro Borgo.

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